Contaba un predicador que, cuando era niño, su carácter impulsivo lo hacía estallar en cólera a la menor provocación. Después de expresar su ira, casi siempre se sentía avergonzado y pedía disculpas a quien había ofendido.
Un día su maestro, que lo vio dando justificaciones después de una explosión de ira a uno de sus compañeros de clase, lo llevó al salón, le entregó una hoja de papel lisa y le dijo:
— ¡Arrúgalo! - El muchacho, con cierta sorpresa, obedeció e hizo con el papel una bolita.
— Ahora (volvió a decirle el maestro), déjalo como estaba antes.
Por supuesto que no pudo dejarlo como estaba. Por más que trataba de estirar el papel, éste siempre permanecía lleno de pliegues y de arrugas.
Entonces el maestro concluyó diciendo:
— El corazón de las personas es como ese papel. La huella que dejas con tu ofensa es tan difícil de borrar como esas arrugas y esos pliegues.
Así aprendió a ser más comprensivo y paciente, recordando, cuando estaba a punto de estallar de rabia, el ejemplo del papel arrugado.
Este cuento refleja la importancia de controlar la ira y saber gestionar nuestras emociones, expresando nuestro desacuerdo o enfado con alguien/algo de manera asertiva.
Es decir, debemos saber expresar de manera adecuada nuestro malestar, de manera que nuestras malas formas no repercutan, debiliten o dañen las relaciones que tenemos con la gente de nuestro alrededor.
© ALICIA GARCIA CEBRIAN. Psicologa y Terapeuta EMDR. 2022 | Todos los derechos reservados.
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